Cómo los migrantes sostienen la productividad en la obra, el campo y la hostelería

El aporte de los trabajadores extranjeros eleva la eficiencia regional y sostiene sectores clave como la agricultura, la construcción y la hostelería
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La migración como motor económico silencioso

inmigración en España

España crece también gracias a quienes llegan. En un país que envejece y con una natalidad en mínimos históricos, los flujos migratorios se han convertido en una pieza esencial del engranaje económico. Su papel ya no se limita a cubrir empleos vacantes: su contribución resulta determinante para mantener la productividad y el crecimiento.

Un estudio reciente elaborado por la investigadora Belén González, del departamento de Fundamentos de Análisis Económicos de la Universidad de Alicante (UA), demuestra que entre 2004 y 2022 el aumento de la inmigración elevó la productividad regional media en un 0,6%, con efectos superiores al 1,2% en comunidades como Baleares o Murcia. Lo que parecía un fenómeno demográfico se traduce, según los datos, en una mejora tangible en la eficiencia económica nacional.

El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, lo expresó con claridad: “La aportación de la inmigración al crecimiento es muy positiva, incluso en términos per cápita”. Datos del Banco de España confirman que entre cuatro y siete décimas del crecimiento del PIB per cápita reciente se deben directamente a la migración. En otras palabras, sin ellos, España produciría menos y avanzaría con menor dinamismo.

Agricultura: el músculo invisible del campo español

Cada temporada agrícola representa una carrera contrarreloj. Con más de 2,5 millones de hectáreas dedicadas a cultivos intensivos, el campo español depende de la mano de obra migrante para sostener su ritmo. El estudio de González —dirigido por el economista del Banco de España Gabriel Pérez Quirós y la catedrática Carmen Beviá— revela que su impacto puede elevar hasta un 6% el rendimiento agrícola en las comunidades receptoras.

En los invernaderos de Almería o los campos de Murcia, miles de trabajadores extranjeros aseguran la continuidad de una cadena alimentaria cada vez más global y exigente. Sin su esfuerzo, el suministro agrícola y las exportaciones españolas sufrirían una contracción difícil de revertir.

Construcción y hostelería: pilares invisibles del progreso nacional

El sector de la construcción, aún marcado por las secuelas de la burbuja inmobiliaria, vive un renacer sostenido en buena parte gracias a la inmigración. En regiones con alta llegada de trabajadores extranjeros, la productividad media aumenta en torno al 1%, impulsada por su especialización en oficios de alta demanda. Son quienes levantan las infraestructuras que sostienen el desarrollo urbano, aunque rara vez aparezcan en los titulares.

En la hostelería, uno de los motores del turismo español, el impacto es igualmente profundo. Los trabajadores migrantes no solo cubren la estacionalidad, sino que mejoran la eficiencia operativa, la calidad del servicio y la capacidad de respuesta ante picos de demanda. Su papel resulta indispensable para mantener la competitividad de un sector que representa cerca del 12% del PIB nacional.

Un futuro que depende de la inclusión laboral

Para González, una política migratoria inteligente no se basa únicamente en permitir la entrada de más personas, sino en canalizar su talento hacia los sectores donde más se necesita. En un país con baja natalidad y envejecimiento acelerado, los migrantes no son una carga: son una inversión estratégica para sostener el bienestar y el dinamismo económico.

Porque detrás de cada ladrillo colocado, cada cosecha recogida y cada mesa servida se repite la misma verdad económica —y humana—: España avanza gracias a quienes la construyen, la cultivan y la sostienen.

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